Felipe Paullier
Felipe Paullier

De poncho blanco

Como cada 10 de septiembre, los militantes del Partido Nacional rindieron homenaje a su general Aparicio Saravia. En distintos puntos del país, desde Montevideo a Masoller, este año siguiendo los protocolos necesarios, los blancos una vez más se congregaron para recordar al caudillo.

Aparicio Saravia nació el 16 de agosto de 1856 en Cerro Largo. Fue el cuarto hijo de trece hermanos del matrimonio conformado por Pulpicia de Rosa y Francisco Saraiva. Desde joven, Saravia se involucró en los grandes asuntos de su tiempo, siendo parte en la Revolución de las Lanzas (1870-1872) acaudillada por Timoteo Aparicio, durante la cual se ganó el grado de cabo y con ello, el apodo que lo acompañaría el resto de su vida: “Cabo Viejo”.

Los años siguientes, Saravia continuó con su actividad militar participando en las Revoluciones Tricolor y en la del Quebracho, donde siguió creciendo su prestigio. Años más tarde combatió junto a su hermano Gumersindo en la revolución federalista en Brasil, alcanzando el grado de General.

A partir del año 1896, las miradas en búsqueda de un nuevo liderazgo blanco se posaron en él.

Tal vez una de las frases que mejor lo define, data de una conversación con el Directorio del Partido Nacional. Frente a la renuencia de apoyar la campaña por falta de recursos, el caudillo puso sobre la mesa los títulos de sus campos y sentenció “prefiero dejar a mis hijos pobres y con patria y no ricos y sin ella”.

La revolución del 97 fue un éxito político y militar. La misma culminó con el Pacto de la Cruz por el cual 6 departamentos estarían bajo dominio blanco en el precario acuerdo de coparticipación de la época. Sin embargo, con el correr del tiempo y el incumplimiento de lo pactado, la tensión continuó y comenzó a gestarse la siguiente revolución.

En enero de 1904 se desató finalmente el enfrentamiento que duraría varios meses de lucha encarnizada. Después de casi 8 meses de batalla, los revolucionarios llevaban la ventaja, pero una bala lo cambió todo. El primero de septiembre, en la Batalla de Masoller, el General fue herido y falleció a los nueve días en un campo en territorio brasilero.

Con la muerte de su líder, el ejército y la Revolución se disiparon. La revolución saravista fue derrotada militarmente pero sus reivindicaciones de voto secreto, representación de las minorías y elecciones limpias terminarían siendo parte de la identidad democrática nacional.

Sobre la muerte del “Cabo Viejo” Carlos Roxlo escribió: “Hay vencidos a los que no se puede vencer, son los que flotan aferrados al mástil de sus ideas, sobre el revuelto mar del naufragio. Nosotros formamos parte de esos aparentes vencidos, que son los vencedores del porvenir.”

Muerto en batalla, defendiendo las causas justas, el triunfo extraordinario de Saravia fue haber generado las condiciones para que la libertad política fuera una realidad en el Uruguay.

Aparicio Saravia es sin dudas una de las figuras más importantes de nuestra historia nacional. Su gesta, en defensa de las leyes y la libertad, trasciende lo partidario, y su vida marcó un antes y un después para nuestra nación. “La patria tiene que ser dignidad arriba y regocijo abajo”. ¡Viva Saravia!

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