Diego Fischer
Diego Fischer

Incomprensible e inmoral

Hoteles que cierran porque no pueden sustentarse con un quince por ciento de ocupación, edificios y complejos que mandan a seguro de paro a su personal, comercios que trabajan a niveles mínimos de su capacidad o que cerraron porque no lograron recaudar los costos mínimos.

Ese fue el panorama de Punta del Este y de la mayoría de los balnearios de la costa Este en la primera quincena de enero. Nadie puede sorprenderse. Era lo esperable luego que el gobierno anunció el cierre de fronteras el pasado 16 de diciembre y lo prolongó el 6 de enero. El 60 por ciento de los turistas(50 por ciento argentinos y 10 por ciento entre brasileños y europeos) que recalan por estas zonas cada año no lo pudo hacer. Las razones son conocidas: una pandemia que a nivel local crece y que en los países vecinos se encuentra fuera de control y que en Europa arremete con mayor virulencia que cuando estalló diez meses atrás.

Es difícil explicarle esto a quien hoy no tiene trabajo y que sabe que deberá esperar -con suerte- un año para que su situación cambie. Porque por más que el panorama se revierta en pocos meses a nivel regional, algo poco probable, y aún siendo optimista no será hasta noviembre o diciembre de 2021 que la situación para las zonas turísticas pueda empezar a cambiar.

Hoy el gobierno intenta amortiguar las consecuencias de esta angustiosa situación que afecta a muchos compatriotas, lo ha venido haciendo desde el 13 de marzo, es cierto. No será con subsidios imposibles o rentas fijas como reclama la oposición, pero sí -tal vez- aliviando el peso del Estado a nivel nacional y departamental. Ese Estado que siempre, pero especialmente en los últimos quince años, ha castigado al que trabaja y premiado al que vive y se beneficia de él.

Pero el mayor desafío de la coalición que preside Luis Lacalle Pou es mirar a largo plazo previendo el mundo que surgirá cuando pase la peste. Porque si alguien cree que las cosas serán iguales o muy similares a lo que eran antes del Covid 19, está muy equivocado. Y si no aprendimos algo de estos meses de aislamiento, privados del contacto con nuestros mayores y del relacionamiento social más básico e imprescindible, no nos merecemos otra cosa que seguir encerrados añorando el tiempo en que éramos completamente libres y expresábamos nuestros sentimientos sin cortapisas.

Esto es como la famosa pirámide de Kelsen, donde se grafica el ordenamiento jurídico de un país y se establece en tres niveles -de arriba hacia abajo- la jerarquía de las leyes. Analogía mediante, tenemos en el vértice al presidente de la República, en el segundo nivel a los Ministros y a los Intendentes departamentales por su gravitación en la vida cotidiana de la ciudanía. En el tercer lugar se encuentra el Parlamento en su conjunto.

Son muchas las incógnitas que nos plantea el año que comienza.Sabemos de la necesidad imprescindible de que todos, oficialismo y oposición, se pongan de acuerdo para seguir adoptando las medidas que amortiguen el dolor del presente y despejen el camino hacia el futuro.

Por todo esto y por todo lo que el lector piensa y siente, resulta inconcebible que dirigentes del Partido Nacional se hayan reunido en lo que va del verano para criticar al gobierno y establecer estrategias electorales. Es incomprensible e inmoral.

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