Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

El país de China

Este fin de semana se celebra el Día del Patrimonio, rindiendo homenaje a Concepción Zorrilla de San Martín, la querida actriz, directora y escritora China Zorrilla, en el centenario de su nacimiento.

Habrá actos celebratorios en todo el país, que incluyen proyecciones de sus películas, representaciones escénicas, charlas, presentaciones de libros y conversatorios sobre esa brillante personalidad artística de ambas márgenes del Plata.

Será también la ocasión para volver la mirada a aquel Uruguay que China ayudó a forjar. Un país donde una compañía teatral independiente como la denominada Teatro Ciudad de Montevideo (TCM) que ella fundó junto a “Taco” Larreta, Enrique Guarnero, Juan Jones y Graciela Gelós, podía darse el lujo de estrenar con gran éxito ocho títulos por año, de un repertorio altamente exigente que abarcaba clásicos y contemporáneos del teatro universal.

En su biografía novelada “A mí me aplauden”, Diego Fischer recuerda, entre muchas anécdotas interesantes, un programa de televisión que producía canal 10 en 1969, “De padre a hija”, en el que China dialogaba con el escultor José Luis Zorrilla de San Martín: “Lejos de ser un programa aburrido, constituyó un hito en la televisión nacional, que también era reflejo de un país. Aquel era un Uruguay instruido y con ansias de cultura”. Lo mismo puede decirse de otro ciclo en el mismo canal, “El teatro y el amor”, donde China y Taco alternaban la representación de escenas de obras clásicas, con diálogos entre ellos mismos sobre sus autores y épocas. Como ella, otros intelectuales de excepción también nacieron en 1922: el propio Taco, Carlos Maggi, Gladys Castelvecchi, Homero Alsina Thevenet, Jorge Páez Vilaró, Rubén Castillo, Walter Rela…

Siento que el homenaje a China y su venerable genealogía debería habilitar un espacio de reflexión sobre lo que hicimos con aquel país ufano de su cultura.

Es el que nos legó, entre tantos otros, el abuelo de China, don Juan Zorrilla de San Martín, tan certeramente evocado hace algunas semanas en esta misma página por Hugo Burel: el Poeta de la Patria recibió el título de tal en aquella tarde cuando recitó su “Leyenda Patria” a viva voz, provocando el asombro admirado de sus compatriotas. Un recuerdo, como observaba Burel en su columna, bien diferente a lo que trascendió de un acto que se hizo en el mismo lugar hace apenas un mes, cuando un puñado de manifestantes arruinó una celebración similar, coreando insultos alegremente.

Tal vez el corte entre aquel Uruguay orgulloso de su identidad y este de ahora, tenga que ver con el quiebre traumático que impuso la dictadura, en una polarización de fanatismos que adormecieron el sentido crítico y congelaron la sensibilidad.

Hablamos de la misma dictadura que expulsó a China del país, impidiéndole trabajar e incluso persiguiéndola en su exilio porteño. En diciembre de 1984 pudo volver a pisar un escenario uruguayo, con aquel legendario estreno de “Emily” en el Teatro del Notariado, escasos días después de la elección en que recuperamos la democracia. Buena falta nos hace reeditar aquel espíritu republicano con que políticos de todos los pelos, como Julio María Sanguinetti, Alberto Zumarán y Líber Seregni, la aplaudieron de pie.

Ese ejemplo de respeto, reverencia al talento y amor por la cultura es el mejor patrimonio a celebrar.

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