El colono de termo y mate

El portavoz de los colonos de Cisjordania es uruguayo

Rafael Kaufmann dejó Montevideo y desde hace 28 años vive en una de las zonas más disputadas.

Rafael Kaufman. Foto: El País
Rafael Kaufmann. Foto: El País

Cada vez que Rafael Kaufmann sale de su casa, pisa las piedras que fueron testigos del nacimiento de la cultura judeocristiana. Por ahí o muy cerca de ahí, dicen, caminó el rey Saúl, está enterrado el patriarca José, Jesús se encontró con la mujer samaritana y allí descansa Juan el Bautista. Kaufmann está rodeado por la historia, y también por una cerca electrónica que delimita a su poblado. Está en medio de Medio Oriente, en uno de los trozos de tierra más disputados.

Este uruguayo que se crió en Maldonado y Río Negro, en el Centro de Montevideo, que cada tanto iba a ver a Peñarol y que sigue conservando la tradición del asado —con carne kosher, claro—, es hoy uno de los voceros de los judíos que se asientan en Judea y Samaria (Cisjordania). O, mejor dicho, es uno de los referentes de los colonos en los territorios "ocupados" por Israel —como define Naciones Unidas y la izquierda israelí a esa zona—; los territorios "conquistados" —como les llama la derecha—; o los territorios en "disputa" —para quienes desean ser políticamente correctos. Para Kaufmann es, sencillamente, su casa y "mucho antes fue la casa" de sus antepasados.

Su presencia allí —en Maale Shomron, como se denomina su asentamiento— es una mezcla de ideología y de economía. Su casa, una cómoda vivienda de dos pisos y con la vista privilegiada que regalan las colinas de Samaria, cuesta un tercio de lo que saldría una casa del mismo estilo en pleno Tel Aviv. Y por si fuera poco, dice entre risas, "se vive más seguro".

Jamás cierra con llave su auto y ni siquiera aceptó la ayuda del gobierno israelí para blindar el vehículo y cambiar las ventanillas por acrílicos. No lo creyó necesario. "Se piensan que estamos a las pedradas o que hay tanques en la vuelta, pero no es así", cuenta mientras de fondo suena uno de los altoparlantes de Azzun, un poblado árabe que queda a 500 metros de su casa, y que invita al rezo de la tarde.

Eso sí: suele llevar consigo una pistola porque le daría mucha bronca si ve un "atentado contra civiles" y no consigue hacer nada. Por ahora, confiesa, no tuvo que llegar a ese extremo.

Muchos de los palestinos e israelíes de la zona prefieren un arma más efectiva: tener hijos. La demografía es, para Kaufmann y los suyos, una "estrategia de defensa". La población judía de Judea y Samaria crece a un ritmo de entre 5% y 10% anual. "No es lo mismo entregarles a los palestinos una Franja de Gaza vacía con los 8.000 judíos que hasta 2005 allí vivían, que una Cisjordania donde viven casi 400.000", explica el uruguayo que, a sus 46 años, es padre de siete israelíes y abuelo de uno.

El ejército custodia su poblado y los restantes 180 asentamientos judíos en Cisjordania. Es que Maale Shomron, donde vive y de donde también es oriundo el cónsul general de Israel en Nueva York, Dani Dayan, es parte de los territorios "letra C". Se trata de aquellas colonizaciones autorizadas por el gobierno israelí y bajo jurisdicción municipal de Israel. En estos poblados habitan unos 2.000 latinos de los cuales, según la Oficina de Estadística de Israel, la décima parte son nacidos en Uruguay.

A solo 30 kilómetros de la casa de Kaufmann, sin embargo, un cartel amarillo le aclara que tiene el paso prohibido. Es la entrada de Nablus, una de las ciudades palestinas de Cisjordania en la que está vedada la presencia israelí (territorios "letra A"). En los restantes poblados ("letra B") la entrada no está recomendada a israelíes, pero tampoco está prohibida. La jurisdicción, en ese caso, es palestina y la custodia del ejército israelí.

Los acuerdos de paz de Oslo —que están truncos—, estipulaban una dinámica en que los territorios C pasarían a ser B y los B se convertirían en A hasta que todo quedase en dominio palestino.

—¿Estaría dispuesto a dejar su casa a cambio de una paz duradera?

—No. Judea y Samaria no son obstáculo ni garantía de nada. ¿Por qué yo tengo que abandonar lo que me pertenece? ¿Por qué debo dejar la tierra en la que caminaron los patriarcas?

En conflicto.

Cuando Naciones Unidas decidió la partición de la zona de Palestina en dos Estados, uno judío y uno árabe, en 1947, el territorio aún era parte del Mandato Británico. Pero aquellas líneas que había trazado el organismo internacional, en buena medida ideadas por el uruguayo Enrique Rodríguez Fabregat, se aplicaron en parte. Los países árabes vecinos declararon la guerra e invadieron el territorio y tras sucesivas escaladas de violencia —y de acuerdos de paz— los colores del mapa fueron variando.

Maale Shomron, donde vive Kaufmann y otros 1.100 judíos, surgió tres décadas después de aquella resolución de Naciones Unidas. Si el mapa fuese el diseñado en 1947, el poblado estaría en el Estado palestino. Pero el gobierno del primer ministro de derecha en la historia de Israel, Menájem Beguin, facilitó el establecimiento del asentamiento. Algunos de los constructores del naciente poblado pertenecían a Betar, movimiento juvenil sionista del que Kaufmann fue educador en Uruguay.

Kaufmann, pelo corto, lentes, barba, rulos pronunciados que le salen desde las patillas y kipá tejida (gorra ritual) dejó Uruguay con 18 años para estudiar en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Al tiempo de llegar conoció a la que es su esposa y un año después de casarse pasó a vivir en los territorios en disputa.

Desde entonces tiene que sortear un control militar cada vez que quiere ingresar al territorio israelí (legal dentro de lo solicitado). Pero para él es como "si viviese en Atlántida y para ir a Montevideo hay que pasar por el peaje". Todo se soluciona con frenar el auto y saludar con un cordial "shalom".

La voz divina y el sueño socialista en una tierra

Los judíos uruguayos conforman una de las comunidades que más relación mantiene con el Estado de Israel. A 70 años de la independencia de ese país, se estima que son unos 15.000 los uruguayos que se fueron a vivir allí —una cifra que supera la magnitud de la colectividad en Uruguay. Según el sociólogo Rafael Porzecanski, en la década de 1960 la comunidad judía local alcanzó su pico poblacional: unos 50.000 integrantes. Pero la emigración —a Israel y otros países—, y el proceso de asimilación fueron reduciendo al colectivo.

El año pasado fueron unos 100 los uruguayos que hicieron aliá —palabra hebrea que significa literalmente subir, pero que refiere a la emigración a Israel. Pero en la crisis de 2002 y con la ruptura de "la tablita" en 1982 el flujo migratorio superó las 600 personas cada año. La dictadura uruguaya fue, en esencia, una época de expulsión de la población judía. Algunos emigraron por persecución política, otros por el malestar económico y la mayoría por ideología. Es que Israel surgió como un país socialista y para muchos jóvenes de entonces era el lugar donde nacería el "hombre nuevo".

Si bien son pocos los uruguayos que fueron a parar a los territorios en disputa —se estima que hoy viven allí unos 200— los asentamientos judíos son un destino tentador para los más nacionalistas. Allí está el 75% de los lugares que cita la Biblia y para los colonos, como para Rafael Kaufmann, "es un sitio único".

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