PANDEMIA

Uruguayos descubren por qué algunas personas pueden terminar en el CTI por coronavirus

Los autores, del Institut Pasteur y de la Facultad de Medicina, proponen explotar la posibilidad de un tratamiento que hoy es exitoso contra algunos tumores cancerígenos.

Paciente COVID-19 positivo en CTI. Foto: Francisco Flores.
Paciente covid-19 positivo en CTI. Foto: Francisco Flores.

Un grupo de investigadores del Institut Pasteur y de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) publicaron este miércoles en una revista científica internacional las conclusiones de un estudio que descubre una de las causas por las cuales las personas pueden desarrollar una evolución grave de la enfermedad del coronavirus y terminan internadas en CTI.

El hallazgo de los uruguayos —publicado en la revista Science Advances, con sede en Estados Unidos— “propone una nueva forma de reforzar las defensas en los pacientes con covid-19 grave y avanza en la identificación de un potencial tratamiento para estos casos”, afirma un comunicado del Institut Pasteur difundido en las últimas horas.

De manera que el trabajo de los investigadores locales demuestra que, en un futuro, “los pacientes graves podrían beneficiarse de una inmunoterapia usada para el cáncer, que en coronavirus puede reactivar la respuesta inmune y mejorar el pronóstico de la enfermedad”.

El estudio contó con la participación de 50 pacientes internados en cuidados intensivos de los hospitales del Casmu y el Sanatorio Americano, entre agosto de 2020 y marzo de 2022, y “se compararon los parámetros con personas sanas”.

¿Qué es en concreto lo que descubrió este trabajo? Que aquellos pacientes infectados con coronavirus que terminan en CTI —hoy en su mayoría población no vacunada contra la infección— tienen esa suerte por tener bajos niveles de un tipo especial de proteína —llamada Torid— y un “agotamiento” de un tipo de células, denominadas linfocitos T, que tienen un rol relevante en el combate a las células infectadas con el virus SARS-CoV.2.

Las personas que cumplen con esas dos características son las que reaccionan con una “inflamación” orgánica desmesurada como respuesta al virus en el cuerpo. Porque la inflamación —que es una reacción natural del cuerpo ante elementos extraños y dañinos—, en este caso es lo que desencadena un cuadro grave en el paciente, debido a su intensidad.

Ahora bien, ¿cómo se dan estas dos características?

En primer lugar, según explicó a El País una de las investigadoras principales de este trabajo, la médica inmunóloga Mercedes Segovia —también docente de la Udelar—, los linfocitos T quedan con las energías agotadas ante dos variables: la sola presencia del virus que busca combatir, y la propia reacción inflamatoria “exacerbada” que sufren algunos organismos.

Y la inflamación en niveles indeseados, fue dicho, se produce en los casos en que hay pocas proteínas Torid, por lo que el equipo investigador proyecta que interviniendo en la escasa generación de esas moléculas puede corregirse la suerte del paciente.

¿Y de qué manera? Mediante un tratamiento que ya se utiliza en algunos tipos de cáncer y en donde se aplica un fármaco llamado “anti-PD1”, que busca incidir, justamente, en la respuesta inmune.

El texto del Institut Pasteur consigna que “el fármaco en estudio (...) se probó en experimentos in vitro con linfocitos T de pacientes graves”, y que pudo observarse que el anti-PD1 “ayudó a recuperar el nivel de actividad de los linfocitos T”.

De hecho, “los investigadores habían descrito previamente que Torid también regula la inflamación y el agotamiento de los linfocitos T en el cáncer, y habían identificado compuestos químicos capaces de modular a Torid y manipular la respuesta inmune anti-tumoral en modelos experimentales”

Y ese compuesto químico, el fármaco anti-PD1, ha demostrado ser “una revolución en el tratamiento del cáncer”, dijo Segovia en diálogo con El País.

Desafíos para seguir

Los autores —a la par de Segovia aparece el también inmunólogo Marcelo Hill, y luego las biólogas Maite Duhalde, de Conicet de Argentina, y Daniela Olivera, de la Udelar— esperan ahora las repercusiones de las conclusiones de su artículo académico, para el que contaron con la colaboración de investigadores de Argentina, Brasil y Francia.

Sin embargo, tal como lo indica sobre el final el comunicado del Institut, los resultados deben ahora “profundizarse en ensayos clínicos controlados antes de proponer su utilización en pacientes”.

Esto último tiene el desafío de que no puede realizarse en Uruguay, lamentó Segovia.

“Acá no tenemos las herramientas, la estructura y la financiación para desarrollar un ensayo clínico que sea manejado por Uruguay; lo que podemos hacer es participar en investigaciones organizadas por instituciones de otros países”, dijo la especialista.

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