HISTORIA DE VIDA

Cumple 23 años de condena por asesinato y estudia en la Facultad para ser contador

“Por lo menos una vez por día pienso en que me queda un poco menos para salir de acá”, dice Sebastián, de 34 años, aunque deberá cumplir su pena hasta 2030.

Sistema penitenciario. Foto: Archivo
Sistema penitenciario. Foto: Archivo

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Hasta hace seis días Sebastián, de 34 años, estaba recluido en el módulo 11 de la Unidad N°4 (ex Comcar), que opera como zona de castigo ante delitos intracarcelarios y en donde los derechos de los privados de libertad se reducen al mínimo. Los policías encontraron cortes carcelarios en su celda y lo enviaron ahí, pero esto tan solo significó una sanción más porque hace ya 11 años que está detrás de las rejas.

La diferencia de Sebastián con respecto a la mayoría de los reclusos -según cuenta a El País desde el otro lado de la línea telefónica- es que él puede “cambiar el chip”. Pisó la cárcel siendo primario, un “pibe sano” a los ojos de los otros privados, pero de a poco se fue haciendo respetar. Se metió en el inframundo y aprendió sus códigos.

Pero así como es capaz de enfrentarse a un duelo a cuchillo, de lunes a viernes de 9:00 a 12:00 horas y de 14:00 a 16:00 horas también se dedica a tener clases de microeconomía en la unidad. Hace tres años que hace la Facultad de Ciencias Económicas y, pese a que la pandemia enlenteció el proceso, está enfocado y decidido en obtener el título. Lo ve como “una herramienta para defenderse en la sociedad” cuando salga.

“Por lo menos una vez por día pienso en que me queda un poco menos para salir de acá”, dice, aunque deberá cumplir su pena hasta 2030. El estudio no solo le significa una oportunidad de hacer algo “productivo” en su estadía, sino que le permite redimir su pena. Tres días de estudio equivalen a un día menos de pena para quienes fueron condenados antes de que entrara en vigencia la Ley de Urgente Consideración.

A Sebastián (sin apellido para no revelar su identidad) le quedaron cuatro materias para terminar 6° de liceo y al abandonar sus estudios se empezó a juntar con personas de mala influencia que lo llevaron a la adicción. Su estado se agravó tanto que empezó a robarle a su familia para conseguir dinero para consumir.

Una noche en 2011 estaba junto con otro hombre en Ciudad Vieja y robó un cuchillo de sierra tramontina de un restaurante para poder rapiñar. Al ver a un hombre que estaba fumando, se aproximó a él. Se trataba de una persona de nacionalidad vietnamita, de 45 años, que trabajaba como marinero de un barco mercante que había atracado en el puerto de Montevideo.

Cuando el marinero los vio acercarse de forma violenta se agachó. Intentó escapar, pero en ese movimiento recibió una puñalada que le cortó una arteria y falleció en el lugar, en la calle Florida. Por este hecho, Sebastián recibió una condena de 23 años de prisión por homicidio especialmente agravado con título de dolo eventual.

Así comenzó su largo periplo por el sistema carcelario. Estuvo recluido en la Unidad N°7 de Canelones y en el Penal de Libertad (N°3), participó en el motín del 2012 que destruyó el módulo 5 del Comcar y vio cómo degollaron a un compañero de celda. En sus primeros años recluido fumaba marihuana, pero eso le recordaba a sus tiempos en libertad, por eso decidió sustituir esta droga por pastillas. Sobre todo consumía Clonazepam y estuvo adicto por cinco años.

Ahora está limpio, asegura, y el objetivo personal que representa su carrera lo hace mantenerse a flote. En la clase de facultad cambia por completo su personalidad, su aspecto y su forma de hablar. Y otros reclusos le dicen que es “un gil” por estudiar, pero a esta altura todos lo conocen: “Saben que si me tocan, me paro de manos”, afirma.

“En el caso concreto queda evidenciado la importancia de la redención de la pena por estudio y trabajo y la posibilidad de acceder a esos derechos”, dice a El País su abogado, Diego de Pazos.

La Suprema Corte de Justicia redujo su pena a 19 años y su abogado ahora tramita la libertad transitoria para su cliente.

Faltan cupos para poder estudiar en las cárceles

Según el informe de 2021 que realizó el Comisionado Parlamentario Penitenciario, la demanda de cupos educativos “supera ampliamente” la oferta de educación formal. El comisionado indicó que “es muy pobre la oferta de capacitación profesional o técnica y es notorio que los contenidos que se dan en educación formal son totalmente inadecuados”. Esto, según señalaron, se debe por el marco cultural, el tiempo disponible, y el contexto institucional de los reclusos.

*Precisión: En la versión original de esta nota se incluyó por error la fotografía de tres personas para ilustrarla, pero ninguna de ellas tiene vínculo con el episodio relatado. A los involucrados y a los lectores, las disculpas del caso. 

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