COMIENZAN CITACIONES

El final más temido para Felipe

Comienza ronda de citaciones judiciales para saber cómo fue la trama que segó su vida.

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Sepelio de Felipe Romero en Maldonado. Foto: Ricardo Figueredo

El niño Felipe Romero, de 10 años, y su matador, Fernando Sierra, aparecieron muertos en el sotobosque de Villa Serrana. El entrenador tenía abrazado al niño, no llevaban calzado y había un arma calibre 22 en el lugar. Sierra disparó sobre el niño y luego se quitó la vida, confirmó el jefe de Policía de Lavalleja, Eduardo Martínez. Los cuerpos fueron encontrados en la madrugada de ayer, después de un rastrillaje de varias horas por el área. Estaban a pocos cientos de metros de donde se halló el automóvil abandonado.

Ahora, la juez penal de Maldonado, Adriana Morosini, quiere respuestas para las múltiples interrogantes que se abren tras el desenlace. Mientras aguarda los resultados de la autopsia y los informes de la Policía, interrogará a las maestras de la Escuela N° 2 a efectos de establecer si Fernando Sierra, DT del equipo de baby fútbol donde jugaba el niño, tenía permiso para retirarlo del centro de estudios.

El homicidio ocurrió entre las últimas horas de la noche del jueves y la madrugada del viernes, de acuerdo a los peritajes. Por ello, se estima que el homicidio del niño fue premeditado y resuelto por el asesino apenas éste se enteró por boca de la madre que no podía tener más contacto con el niño.

El resultado de la autopsia, a cargo del médico forense Sergio Mozzo, señala que se encontró en el cuerpo del menor pastillas tranquilizantes, indicaron fuentes judiciales a El País. Se trata de un estimulante suave que se adquiere sin receta médica.

La Policía encontró en el lugar tres paquetes de pastillas, de los cuales dos estaban llenos. A uno de los blísters, hallado dentro de un bolsillo del niño, le faltaban siete comprimidos. Sierra tenía los otros dos paquetes. El hecho sugiere que el niño había sido sedado antes de morir. Se enviaron muestras al Instituto Técnico Forense (ITF) de Montevideo para que comprobara ese extremo.

El informe de Mozzo enviado a la Justicia señala que no había signos de lucha o de violencia antes de la muerte del niño. Se presume que un pequeño hematoma en la cabeza de Felipe fue provocado por el golpe del arma al dispararse, según las fuentes.

El crimen causó honda conmoción ayer, sobre todo en la ciudad de San Fernando de Maldonado cuyos residentes no daban crédito a lo que había ocurrido.

La Intendencia de Maldonado se declaró en duelo y las banderas permanecieron ayer a media asta.

En varios lugares donde se preparaban para celebrar otra fecha de los torneos de baby fútbol, las actividades se suspendieron. En Minas, capital del departamento donde se produjo el fatal desenlace, los niños se reunieron en una plaza y desplegaron globos blancos al cielo.

Un equipo de psicólogos de la Organización Nacional del Fútbol Infantil (ONFI) atenderá a los compañeros de Felipe, confirmó ayer Miriam, encargada de la división infantil del Club Defensor de Maldonado donde jugaba el niño.

"Esto es una tragedia, vamos a pedir apoyo a los psicólogos porque necesitamos ayuda para manejar esto", señaló la dirigente.

El trágico caso generó extrema sorpresa en La Barra y especialmente en el barrio El Tesoro donde residían el homicida y su familia. Su padre es un conocido obrero de la construcción del lugar, su madre trabaja como limpiadora.

Eduardo Lucero, titular de una de las inmobiliarias más viejas del balneario, dijo a El País: "Lo conozco de toda la vida. Estoy impactado. Es uno de los hijos de Sierrita, como le decimos a su padre. Este muchacho es hijo de una familia de trabajo, metedora. No puedo creer que haya pasado", agregó Lucero.

Viaje sin retorno.

Alexandra, la madre de Felipe, había convenido con Sierra una cita en la cancha del Club Defensor, en la tarde del martes, para decirle que, en adelante, no podía estar más solo con el niño.

"Si no puedo ver más a Felipe me mato", le respondió a la madre del niño.

El DT regresó a su casa ubicada en La Barra. En el curso de las horas que siguieron, el entrenador planeó cómo pondría punto final a su vida y a la del pequeño. Los preparativos incluyeron el alquiler del automóvil por un período de 20 días, la compra de tres blísters de un tranzquilizante.

Sierra era propietario de dos vehículos, un automóvil ByD y una camioneta empleada para sus trabajos de jardinería.

Salió de su casa en La Barra poco antes de las 3:00 de la tarde del jueves, sin que los familiares que convivían con él notaran ningúna actitud extraña. En el automóvil que había alquilado se dirigió a una farmacia en La Barra, donde compró los blísters, cargó combustible en la estación de servicio de Ancap y luego fue a la Escuela Nº 2 de Maldonado, donde recogió al niño, antes de la hora normal de salida.

"Fue un viaje de ida", dijo un investigador.

Sierra arrojó su teléfono celular por la ventana del automóvil cuando circulaba por la Ruta 39 hacia el norte. El aparato fue encontrado después, destrozado por un camión que había pasado por encima.

Una vez sin el teléfono, que podía ser rastreado, el entrenador siguió por la ruta y tomó hacia el Oeste para continuar por la Ruta 8 hacia Villa Serrana. Allí abandonó el vehículo a un costado, cerca de un arroyo, y anduvo a pie con el niño a través del denso follaje reinante en el lugar.

El rastrillaje para localizar a Felipe comenzó en horas del mediodía del viernes y no se detuvo hasta que localizaron su cuerpo y el de Sierra, a unos 300 metros de "La Olla", el lugar en que apareció el vehículo.

En la noche del viernes, un equipo de respuesta táctica (GRT) revisó casas abandonadas y fincas deshabitadas. Junto a ellos un grupo de vecinos voluntarios se unió a los padres de Felipe, Alexandra Pérez y Luis "Lucho" Romero en una búsqueda desesperada.

Sobre la hora 8.00 de ayer, los equipos de búsqueda se reunieron para coordinar el "peinado" de unas 160 hectáreas, según confirmó el guardaparques Claudio Villamarín, protagonista de la búsqueda por su conocimiento de la zona.

Se formaron dos grupos, uno de ellos se fue a verificar un área del Cerro Guazubirá y otro, conformado por policías de Maldonado, cruzó el arroyo Los Chanchos, siguiendo el presunto rumbo de los objetos encontrados el día anterior: la billetera del técnico, con dinero y documentos, la túnica y cuadernos del niño y otras prendas.

A eso de la hora 9.00 se produjo el hallazgo. El equipo que estaba en el cerro bajó a colaborar con el otro grupo. Se formó un cordón de seguridad y de inmediato se informó a los padres del niño, que habían quedado esperando en la zona de "La Olla", según el jefe de Policía de Lavalleja, Eduardo Martínez.

Fue en ese momento cuando se escuchó el motor de un helicóptero. Era la aeronave de la Policía Nacional que llegaba a colaborar. Más tarde apareció un grupo de cien efectivos de la Guardia Republicana que también venían a sumarse a la búsqueda.

(Producción: Pablo Melgar, Marcelo Gallardo, Camila Beltrán y Eduardo Barreneche)

Murió por disparo de un arma calibre 22.

Los restos del niño Felipe Romero y Fernando Sierra llegaron a la morgue judicial de Maldonado tras ser localizados en el sotobosque de Villa Serrana, Lavalleja. Los primeros datos de la autopsia indican que el hombre disparó sobre el menor con un revólver calibre 22 y luego se quitó la vida con la misma arma. La indagatoria judicial recién comienza y se espera que la semana próxima la juez Adriana Morosini cite a las docentes a cargo del menor y a las autoridades de la escuela a la que concurría. Más adelante convocará a los familiares del pequeño.

Policía se llevó varias cartas que el niño escribió al técnico.

El DT tenía en su casa dibujos hechos por Felipe y un libro de “cómo ser buen padre”.

La familia de Fernando Sierra López se mostró conmovida por el crimen del pequeño Felipe. "Estamos todos muy tristes: por el niño, al que conocíamos, y por sus padres", dijo a El País un familiar directo del matador, que habló con la condición de no ser identificado.

Los Sierra son siete hermanos que viven todos juntos con sus padres en un predio de La Barra.

Fernando era el cuarto hijo, tenía 32 años y además de ser técnico de fútbol, trabajaba en una chacra de la zona.

"El niño era parte de nuestra familia, éramos todos muy unidos. Se pasaba días y semanas durmiendo en la casa de Fernando con el consentimiento de la madre. Ella lo venía a ver y luego se iba porque tenía que trabajar. Las fiestas de Navidad también las pasaba con Fernando", afirmó.

El familiar destacó que el menor dejó escritas varias cartas dirigidas al homicida. En ellas había frases como "Papá te quiero", "Papá no me faltes nunca" o "Feliz día del padre".

"Le regaló un dibujo en el que aparecían ellos dos jugando al fútbol", narró. Por otro lado, dijo que Fernando tenía un libro de "cómo ser buen padre".

"Las cartas se las llevó la policía técnica", dijo.

La familia no se explica la decisión de Fernando. No tenía antecedentes penales y tampoco armas y no saben dónde consiguió la pistola con la que mató al niño y luego se suicidó.

"Nos enteramos de que Fernando y el niño estaban desaparecidos cuando llegó Alexandra a la casa desesperada, el jueves, diciendo que Fernando había secuestrado al niño. Como el auto de él estaba en la casa pensamos que estaría durmiendo, pero no estaba. Enseguida nos pusimos a disposición y salimos para todos lados a buscarlos, no dormimos para ayudarla, e incluso fuimos también hasta Villa Serrana. No sabíamos que ella le había prohibido ver al niño hasta que llegó a la casa buscándolo", narró.

"Para mí la madre de Felipe le dijo muy bruscamente que no lo podía ver más", sugirió el familiar.

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