MUJERES

La historia de Blanche Kambou: de Burkina Faso a instalarse y emprender en Uruguay

Dejó el continente africano para estudiar en Cuba, donde se enamoró de un uruguayo; hoy la licenciada en economía reside en Montevideo y lidera movidas que hacen honor a sus raíces.

Blanche Kambou
 Foto: Eliana Cleffi

Blanche Kambou (38) nació en Burkina Faso, es licenciada en economía, madre de dos niñas, emprendedora y creadora de un proyecto social que ayuda niños y adolescentes. El próximo 25 de mayo, se celebrará por primera vez en tierras charrúas el Día de África y ella es una de las organizadoras de las actividades conmemorativas.

De sonrisa ancha y amorosa en el trato, en nueve años en Uruguay, desarrolló un español fluido con un marcado acento devenido del francés, lengua oficial de su país. Sin embargo, esa Blanche de ojos chinitos por la sonrisa constante, con sus trenzas largas y su vestimenta de colores es, según cuenta, bastante distinta a la de hace seis años. Para mostrar sus costumbres con orgullo y sonreír sin cohibirse, como lo hace ahora, pasó por un difícil proceso de adaptación y superación de prejuicios. 

De Uagadugu a Rivera

De una familia humilde, es la octava de nueve hermanos, quienes la cuidaron cuando perdieron a su madre a los 11 y el padre a los 19. A los 22 ingresó a la carrera de economía en Uagadugu, capital de Burkina Faso, y a los 23 ganó una beca para estudiar en Cuba. El plan inicial era formarse y volver a su país, pero su vida dio un nuevo giro cuando se enamoró de un uruguayo que conoció en la isla, se casó y decidió echar raíces del otro lado del Atlántico.

Con el nacimiento de su primera hija, la pareja se mudó a Rivera donde compartía casa con su suegra y dos cuñados. Las interferencias familiares en la crianza de la niña y el rechazo a sus costumbres, erosionó la convivencia. “Llegué a escuchar que mis ropas parecían manteles y que el olor de los condimentos que usaba al cocinar eran muy fuertes”, rememora. 

En las calles de la ciudad fronteriza, su idiosincrasia llamó la atención y algunas veces fue mal interpretada. “Tuve que hacer un esfuerzo para adaptarme y dejé muchas cosas que eran propias de mi identidad para satisfacer a mi entorno. Al final ni les agradé ni fui yo misma”.

El abandono de su identidad, del vestuario hasta la forma de hablar, fue un recurso utilizado instintivamente para sobrevivir en un contexto hostil. Se apagó, perdió el brillo y eso impactó en su salud mental: “Tenía la autoestima por el piso. Me hicieron sentir que no valía, que no servía y me cuestioné porque estaba acá”.

En 2016, a los seis meses de su segundo embarazo, descubrió que su pareja tenía otra familia. Decidió separarse, parir y maternar sola. Dejó su trabajo como vendedora en un free shop y se mudó a Montevideo. Otro comienzo, esta vez con sus dos hijas y las ganas de volver a encontrarse.

Mirar hacia adentro

En la capital consiguió un trabajo como asistente de contabilidad e intentó, como pudo, manejar sola el hogar, el cuidado de las dos niñas y su vida laboral. Desbordada, vio en la cruda realidad de muchas madres como ella, una oportunidad. Así nació “Manos Mágicas”, emprendimiento de servicios tercerizados para limpieza y emergencias domésticas.

“Cuando me encontré sola con mis nenas y la dificultad en conciliar todo, hice el esquema y la base del proyecto. No conocía ninguna empresa que se dedicara a cubrir estos servicios puntuales. A veces necesitás solamente una limpieza o el cuidado de un acompañante una vez a la semana y de esto se trata, la persona puede contratar el servicio en la frecuencia que quiera. Es una ayuda principalmente para las familias de la clase trabajadora”, explica.

La búsqueda por promover el trabajo digno y combatir la informalidad encontrada por muchos migrantes al llegar a Uruguay, es otro pilar que sostiene su iniciativa. “Es una población con la cual me identifico, sé la necesidad y la importancia de tener un trabajo formal cuando migrás”. Hoy tiene 11 funcionarios, el emprendimiento crece y ella no para, va por más.

De a poco empezó a reconectar consigo misma y ese proceso la llevó a retomar proyectos y sueños dormidos. El principal de ellos era trabajar por el desarrollo de su país, por eso había ido a Cuba, para armarse de conocimientos que le ayudarían a impulsar cambios. “Al tomar la decisión de venir a Uruguay renuncié a algunas cosas que me había propuesto. Entonces cuando me separé y el motivo por el cual estaba acá desapareció, me vino un sentimiento de culpa”, señala. 

Desde esa frustración, transformada en motor, floreció la idea de replicar en Uruguay el proyecto de padrinazgo de niños en período escolar. En “Padrinos Internacionales”, Blanche actúa como el puente entre una escuela de Uagadugu y los padrinos uruguayos, que financian útiles escolares y el pago de matrícula de su ahijado. “Las familias muchas veces necesitan que este niño trabaje para ayudar en la casa, entonces tenerlo en el banco de una escuela o gastar en útiles escolares, es una carga para ellos. Con este proyecto lo que hacemos es un trabajo motivador y pienso que la educación libera, es la forma de lograr un cambio positivo en la sociedad”. 

Burkina Faso es uno de los países de África con la tasa más alta de trabajo infantil: según Unicef, un 51% de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años trabaja. Una realidad que ella conoció de cerca y hoy intenta, con su granito de arena, cambiar. Actualmente 60 niños son apadrinados y Blanche sueña en construir una escuela, un merendero y promover cursos intensivos de alfabetización a la distancia. 

“Mujer, negra, migrante y emprendedora?, te imaginás”

Con esta frase, recuerda situaciones difíciles vividas en Uruguay. El racismo estructural y la xenofobia que la acompañaron en su recorrido migrante, le pegaron con fuerza cuando su hija pasó por episodios de discriminación en la escuela. Primero vinieron los apodos, después el aislamiento, hasta que un día hubo un cumpleaños en la clase, todos fueron invitados, menos su nena. “Ese día fue la primera vez que yo sufrí fuerte por eso. Fue muy violento para ella”, sentencia.

Sumado a eso, el desconocimiento que aún existe sobre el continente africano: “Muchos todavía piensan que África es un país y no un continente. Acá nadie sabe dónde queda Burkina Faso. Me subo en un taxi, empiezo a hablar y me dicen ’¿de dónde sos?’, cuando contesto, preguntan espantados dónde queda. Me han pasado muchas situaciones así”. 

Las visiones fragmentadas sobre el continente más diverso del mundo fue —  y por momentos es — una barrera. Sin embargo, Blanche está dispuesta a saltar todas las que aparezcan — y a informar si es necesario — para integrarse, sentir cada vez más casa el país que eligió para vivir y construir los cambios colectivos que desea, pero también para que las hijas conozcan sus orígenes y sientan orgullo.

“La pobreza está en todos los lugares, inclusive acá. Es cierto que nuestros países son pobres y siempre explico que esa realidad existe, pero no es la única. Quiero que ellas tengan una visión amplia, que tengan ganas de ir a conocer”, advierte.

Los vínculos, la integración y la hermandad

Migrar es, muchas veces, empezar de cero. Y eso, Blanche lo tiene claro. Cuando le pregunto sobre los planes de quedarse en Uruguay, dice que está cansada de “hacer las valijas” y que quiere darle estabilidad a sus hijas. Pero migrar no es sólo recomenzar o reinventarse, es también apaciguar la falta, lo que ya no es, lo que quedó atrás y lograr plantarse para vivir el aquí y el ahora. Para eso le hizo falta muchas veces la escucha y el abrazo de “una hermana”.

Una contención que anhelaba y que pudo encontrar en el colectivo MUA - Mujeres Uruguay África, conformado por mujeres migrantes de distintos países de África, pero también de Europa y uruguayas afrodescendientes. Juntas proponen facilitar la integración y fortalecer la red de cuidados de mujeres migrantes. Por ese trabajo ganaron en 2021 el Fondo Fortalecidas de apoyo a proyectos y colectivos que promuevan la autonomía y el empoderamiento de mujeres. 

Hoy Blanche viste su Dashiki y otras piezas típicas de su tierra. Las calles de Montevideo ya no son desconocidas. Pudo volver a sonreír, ahora para rostros familiares. El amargor dejado por las situaciones difíciles, lo endulzó con el abrazo fraterno de otras mujeres en MUA. Para ella, mucho más que un colectivo, es “su casa fuera de casa”.

Blanche Kambou
Foto: Eliana Cleffi

“Pude volver a encontrarme y ese es el logro más grande que he tenido. Fue necesario perder mi identidad y recuperarla porque ahora la valoro y la quiero mostrar por todos lados” cuenta, mientras desde el sillón de su casa la veo comer con las manos el FuFu, plato típico de varios países africanos.

25 de may0

Se celebrará el primer Día de África en Uruguay

Cada 25 de mayo desde 1963 se celebra el Día de África en todo el mundo. Una fecha que empezó a ser conmemorada en 1958 a partir de la primera conferencia de estados independientes africanos y quedó oficializada en 1963 con la creación de la Organización para la Unidad Africana (OUA). En Uruguay, por primera vez habrá una semana de actividades conmemorativas y Blanche es una de las organizadoras.
“Es la manera de valorizar la población africana acá en Montevideo que, si bien es chica, no es el número lo importante, y si el interés de nosotros en compartir e integrarnos”, comenta. 
Desde el 25 de mayo en el Museo de las Migraciones, hasta el 04 de junio, pasando por distintos espacios de Montevideo, serán desarrolladas diversas actividades entre mesas de diálogo, presentaciones artísticas, exposiciones, degustación de platos típicos y talleres de pintura y collage.
El cronograma completo, se encuentra aquí.

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