CON LOS HIJOS

Mamá estimula: Mi hijo muerde, ¿qué hago?

Es común que los niños pequeños muerdan o peguen para canalizar emociones que no saben verbalizar. Seguí los consejos de Claudia Guimaré.

niño llorando
Foto: Pexels

Una de las situaciones más angustiantes para los padres es cuando los llaman del jardín para decirles que su hijo ha mordido a un compañero y si bien hasta cierto punto esto es normal, para corregirlo hay que entender la causa porque como dice Naomi Aldort (autora de Aprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos) “si tu hijo repite un mordisco, puede ser por dos cosas: que tus respuestas no han sido lo suficientemente claras para él la primera vez o que la razón por la que ha empezado a morder no se ha resuelto.”

Según los expertos, desde el año y medio a los tres años de edad es común que los niños muerdan o peguen para canalizar emociones como el miedo o la frustración, la sobre excitación o inclusive por motivos “aparentemente” inexistentes. Los motivos concretos son infinitos y pueden ir desde un simple acto de descarga durante la dentición hasta un problema más profundo que estrese y angustie al niño y en general sucede porque aún carecen del autocontrol, la empatía y el lenguaje suficientes como para canalizar sus emociones de otra forma. 

En el cerebro de un niño, la corteza prefrontal (responsable del manejo de nuestras propias emociones, del autocontrol, de la evaluación de las consecuencias), aún no se encuentra desarrollada completamente, mientras que su tronco y sistema límbico (que se encarga de los impulsos innatos, el que nos hace activar la señal de huida ante el peligro) sí lo está, lo que hace que ante una emoción fuerte como el miedo, la frustración o la ira, reaccionen de manera instintiva y no “reflexiva” por decirlo de alguna manera.

Los niños muy pequeños además, no han desarrollado aún la capacidad de
ponerse en la piel del otro (lo que se llama comúnmente “teoría de la
mente”) y por ende son incapaces de entender lo que provocan en el
otro con sus acciones, razón quizá por la que muchas veces oímos decir
que “los niños son crueles” aludiendo a la facilidad con que nos
sueltan verdades amargas sin ningún prurito por ejemplo.

La falta de lenguaje para hacerse entender cuando una emoción los desborda o cuando desean algo con todas sus fuerzas, o cuando algo los molesta, no hace sino incrementar su frustración o angustia, pudiendo ésta llegar a canalizarse en conductas agresivas como pegar o morder.

¿Qué hacer entonces?

Antes que nada debemos entender que no se trata de una “maldad” sino de un intento frustrado de comunicación por lo que decirle que es un niño que es “malo” no solucionará nada sino que hará más daño. Hay una diferencia no menor entre ser malo y hacer algo malo. La mala es la conducta, no el autor de la misma, y menos si está aprendiendo. Ignorarlos, enseñarles a reprimir sus emociones o incluso rezongarlos y hasta humillarlos o morderlos también “para que aprendan lo que se siente”, lejos de ayudar, lastima y hasta valida el hecho de hacerlo como recurso educativo. 

Tampoco sirven estrategias de penitencias como la silla de pensar o el time out ya que es imposible que un niño de menos de 3 años, que aún ni siquiera entiende qué le pasa o por qué ha reaccionado así, pueda en soledad, aclarar sus ideas y aprender a manejar sus emociones de una manera diferente la próxima vez (sería como pretender que alguien aprenda un idioma sin escucharlo).

Lo que sí podemos hacer primero es “prestarles palabras” para ayudarlos a expresar lo que les sucede. Frases como “entiendo que estés enojado o que te haya dado miedo tal cosa… PERO no por eso está bien que me trates así” pueden servirnos para intentar descifrar la causa de la reacción y de paso, ayudarlo a empezar a reconocer sus propias emociones y aceptarlas sin por ello dejar de marcar la gravedad del hecho. Es decir, validar la emoción, no la reacción.

Empezar a prestar atención a cuáles son las situaciones que funcionan como disparadoras de esta conducta o a si existen síntomas físicos habituales que la precedan (como el enrojecimiento del rostro, tonos de voz, etc) puede ser de gran utilidad para prevenirla.

Detonante y causa no son lo mismo

Muchas veces reaccionamos mal ante un evento puntual que “nos saca” pero el verdadero motivo de nuestra ira es otro, mucho más profundo y soterrado. Si a nosotros nos cuesta darnos cuenta, imaginen a un niño de dos años! Si las mordidas o los golpes son frecuentes, necesitamos entender cuál es el verdadero motivo que los origina, que pueden deberse a un sinfín de variables personales, familiares o ambientales tales como cambios en el hogar desde la partida de un cuidador, la separación de los padres, la muerte de un familiar, una mudanza, la llegada de un hermanito, la adaptación escolar, celos de un amigo, un ambiente estresante con demasiados estímulos o simplemente la incapacidad de hacerse con algo que quiere en ese momento etc.

También podemos enseñarle estrategias para controlarse como contar hasta 10, respirar hondo o aprender a pedir un buen “abrazo sanador” son estrategias que he utilizado en lo personal con excelentes resultados y que cuando se inculcan desde pequeños son incorporadas casi como un juego y pasan a formar parte del repertorio del manejo de emociones del niño.

Por último, los cuentos pensados para educar en el manejo de las emociones (como Emocionario, Monstruo triste monstruo feliz, El monstruo de colores o cualquier otro clásico de Ana Llenas) o para trabajar el enojo, los celos o el duelo, etc, ayudan muchísimo a los niños a entender qué sienten y qué les pasa al reconocerse en los personajes y situaciones que los mismos atraviesan.

En definitiva, contener, entender y ayudar a expresar los sentimientos son las bases de una comunicación sólida y una emocionalidad sana que los acompañará toda la vida. Y recuerda que lo más difícil no es ser padre o madre de un niño… lo más difícil es ser niño en un mundo adulto con reglas para las que todavía no estás preparado.

conocé a nuestra columnista
Claudia Guimaré
Claudia Guimaré
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

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