CON LOS HIJOS

Mamá estimula: ¡No, no y no! La frase que agota y no ayuda

Cuando los padres abusamos del “no”, lejos de facilitar una comunicación efectiva, nos alejamos y provocamos más oposición. ¿Qué recomiendan los expertos para evitarlo?

hermanos, bebe, familia
Foto: Pexels

¡No te subas ahí! ¡No corras! ¡No toques eso! ¡No te metas eso en la boca! ¡No le pegues al perro! ¡No pelees con tu amigo! ¡No tires la comida! ¡No golpees los juguetes! ¡No me contestes así! ¿Quién no se ha visto repitiendo cual mantra de yoga estas mismas frases una y mil veces?

El “NO” seguramente sea de las palabras que más escuchamos de nuestros hijos. Cuando no quieren dormirse aún, cuando no quieren comer, cuando no quieren bañarse. Pero también es de las palabras que más le decimos a ellos a diario, ya sea por temor a que se lastimen, o para que nos hagan caso. ¿Da qué pensar no? ¿Será que tenemos algo que ver en que también sea la palabra que ellos más usan?

Álvaro Bilbao, el conocido neuropediatra español, dice “Si te digo que no pienses nunca más en un perro verde nadando", ¿tú qué haces? Piensas en el perro verde nadando. Pues imagínate qué sucede en el cerebro de un niño cuando le pides que no haga algo, y más, teniendo en cuenta, que para ellos es aún es más difícil descifrar una frase larga que comienza con una negación”.

Pero además todos sabemos que muchas veces, el NO, funciona más que como un freno, como un imán irresistible para que los chicos de inmediato terminen haciendo exactamente lo que les negamos (por algo existen los chistes de “psicología inversa” entre los padres). ¿Por qué?

A veces por “desobediencia”, a veces simplemente por curiosidad. Es que si a todos nos cuesta aceptar un NO por respuesta (y más cuando es un NO a secas) o dejar de hacer algo que queríamos porque a alguien no le gusta, o nos cuesta entender las razones por las que alguien nos prohíbe algo y exigimos nos lo expliquen, bueno, pues a los niños les cuesta mucho más. Sobre todo, porque los adultos partimos de la base, equivocada por cierto, de que los niños deben obedecer sin chistar y acatar lo que les decimos porque somos sus padres, y por tanto somos la autoridad, y porque lo que les decimos, habitualmente no es por capricho nuestro sino por su propio bien, y porque sabemos más por experiencia, olvidando que ellos aún no saben lo que es por su propio bien y aun no tienen experiencia.

Pero además, muchas veces, los adultos no nos tomamos la molestia de darles explicaciones, porque creemos que o no son necesarias, o que inclusive debemos inculcarles a no precisarlas, para asegurarnos de ganar su respeto y no pecar de “débiles” frente a ellos (algo de lo que charlamos en nuestra anterior columna sobre niños obedientes que podés leer haciendo click aquí).

Como explica Laura Diz, Especialista en Atención temprana del desarrollo infantil, Presidenta de la Asociación de Altas Capacidades de Argentina y Colaboradora en Mamá Estimula, “el que los niños se porten bien o mal, es un concepto adulto ya que los niños hacen lo que aprenden, hacen lo que les sale, hacen lo que copian, hacen lo que pueden. Para ello, el adulto juega un papel fundamental: el de favorecer oportunidades cuidadas. Porque precisamente el límite no es prohibir sino cuidar la seguridad del niño. Si no se les permite equivocarse, probar, volcar, romper, lanzar, mezclar, lamer, tocar, acariciar, intentar, menos serán las experiencias que vivencien y mayor será la frustración cuando no logren lo que desean. En ese sentido, decirles muchos NO, no educa, sino que frustra. NO a todo quiere decir que hay un mundo ahí, al alcance de la mano, al cual no pueden acceder. Habitaciones luminosas y llenas de colores y botones que no puede tocar, “porque no” ¡Cuánta frustración!”

¿Qué se puede hacer entonces para intentar tener una comunicación efectiva y asertiva con nuestros hijos sin abusar del NO permanentemente?

Cambiar el chip.

Lo primero que necesitamos es erradicar de nuestra mente el paradigma según el cual creemos que si no decimos NO de manera firme, estamos permitiendo que los chicos hagan lo que les plazca y que esto traerá consecuencias catastróficas a largo plazo.

Por supuesto que los niños necesitan límites y no ponérselos es sumamente negativo para su desarrollo. El tema es cómo ponerlos para que los chicos de verdad nos escuchen y lo que es más importante, interioricen verdaderamente lo que les queremos decir, y no que simplemente terminen haciendo a regañadientes lo que les ordenamos por miedo a las consecuencias, pero dejen de hacerlo ni bien les saquemos el ojo de encima.

Si queremos que nuestros hijos “maduren” y logren entender cabalmente el peso de sus acciones y empiecen a comportarse de manera más “adulta” en algunas ocasiones, debemos dejar de tratarlos como seres que no piensan, y empezar a tratarlos con el mismo respeto con el que trataríamos a un adulto. Del mismo modo hoy día, el antiguo modelo del jefe que metía miedo y gritaba a sus empleados nos provoca entre espanto y risa, porque hemos cambiado el paradigma de lo que implica la conducción de grupos humanos y la importancia de la motivación, y no por eso los jefes han dejado de existir ni perdieron su respeto. Simplemente se convirtieron en líderes que emanan autoridad, no que se aprovechan de su poder.

Ese es el cambio de paradigma al que nos invita la crianza positiva, a convertirnos en los líderes de nuestros hijos y no en simplemente sus celadores.

Marcar límites positivos

Imagina que tienes tu bebé en brazos y una amiga te dice “Así no se agarra a los niños!! Hazlo así como lo hago yo!!”. Sonaría grosero verdad? Con los niños es igual y cuanto más autoritarios y por qué no irrespetuosos, sonamos con ellos, más conductas desafiantes y oposicionistas generamos.

Apelemos en cambio a explicarles más bien cómo esperamos que se hagan las cosas y dar el ejemplo y de ese modo modelamos su conducta; brindemos opciones y pasar el límite a positivo: por ejemplo en lugar de “no toques el enchufe”, "no puedes tocar eso porque es peligroso y podrías lastimarte, pero si quieres podemos buscar donde puedes jugar a ensartar cosas" presentando un objeto de encajes que cubra la necesidad de explorar agujeros y encajes.

Diana Castellanos, Coach en Crianza Respetuosa dice que “muchas veces los niños necesitan explorar y el impulso los lleva a hacer cosas que consideramos negativas o pueden ser peligrosas. El NO dicho pocas veces se vuelve confiable. Si mamá o papá dicen No, de hecho es por algo. Es válido cuando hay un peligro inminente "No cruces la calle". Cuanto más seguido usamos el NO y para todo, lo deslegitimamos y hacemos que pierda importancia, porque todo es NO. Algo similar pasa cuando los padres mienten al niño diciéndole que todo “quema”. Ni bien el niño descubre que un “no quema” no es cierto, para que desconfíe de todos los demás, hasta que se quema de verdad. Por eso decimos que los límites, bien aplicados, no prohíben sino que cuidan. Cuando un niño confía en el NO de sus padres, “para la oreja”. Cuando no, lo desoye.

Generar un espacio seguros para la prueba y el error

Poder adecuar los ambientes cotidianos para que exploren de manera segura, facilita la comprensión de los NO que cuidan, que ya no serán tantos, sino más específicos. Anticipar siempre lo que vamos a hacer, reduce la ansiedad y marca el rayado de cancha de antemano. Y cuando la posible consecuencia de la acción que preferimos evitar no sea grave, podemos dejar que sopesen por sí mismos, si tienen edad suficiente, las consecuencias de sus actos y dejar que se equivoquen y prueben por sí solos, por ejemplo, advirtiéndoles “creo que si usas así tu juguete puede que se rompa”.. Y cuando el NO sea NO, sea importante y urgente, será NO y punto. Pero siempre acompañado de una explicación acorde a su edad en la que se quede claro que los estamos cuidando.

En definitiva se trata de entender que el NO repetido mil veces pierde eficacia, aleja y no enseña nada y que una crianza respetuosa no se trata de nunca decir no, sino de hacerle entender a nuestros hijos que un NO debe respetarse y que no es el fin del mundo. No se trata de demonizar el NO sino de dosificarlo para cuidarlos y que nos hagan caso.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA
Claudia Guimaré
Claudia Guimaré
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados