CON LOS HIJOS

Mamá estimula: Discutir frente a los niños es perjudicial para su salud

Claudia Guimaré acerca una guía de cómo evitar estas situaciones en la que los más pequeños son rehenes de las peleas entre los adultos

niño en medio de discusión
Foto: Pexels

Las discusiones en familia son tan normales como inevitables. Pero lo que no es inevitable es que los niños y niñas sean testigos de ellas y se transformen en espectadores pasivos o inclusive partícipes de las mismas.

Nuestra labor como padres es proteger a nuestros hijos e hijas de situaciones que les causen estrés y dolor y para las que no están preparados, aun cuando esto implique protegerlos de nosotros mismos. Así como somos conscientes de que fumar afecta no sólo a quien lo hace sino también al fumador pasivo que lo rodea, las discusiones entre la pareja no sólo afectan a los involucrados directamente sino también a quienes las presencian. En especial cuando los mismos son pequeños.

Porque nada estresa más a un niño o niña que quedar en el medio de un fuego cruzado entre las dos personas a quienes más quiere en el mundo, incapaz de entender realmente qué está pasando o de tomar posición al respecto. Y si a la discusión se suma la violencia, incluso aunque ésta no sea física sino verbal, las consecuencias son por supuesto infinitamente peores y dejan huella. Y tal es así, que ha habido investigaciones científicas (como el caso de investigaciones de la Universidad de Cambridge, Reino Unido) que han llegado a vincular la exposición en la infancia a peleas de los progenitores a un menor volumen de masa encefálica en la adolescencia.

Pero sin llegar tan lejos queda claro de todos modos, que los chicos se ven afectados de diversa forma cuando quedan en medio del fuego cruzado de sus padres.

Un ambiente repleto de tensiones y agresiones, genera un estrés en los más chicos que es muy difícil de sobrellevar y puede incluso generarles problemas en el desarrollo cognitivo, ya que diversos estudios indican también que existe una fuerte correlación entre el estrés en el hogar y la falta de atención y de concentración, así como de la falta de habilidades para la resolución de conflictos.

Es decir, no sólo podemos terminar afectando el estado de ánimo de nuestros hijos, sino también su desarrollo, su aprendizaje y su capacidad futura para gestionar sus propias desavenencias con otras personas, ya que los habremos privado de las herramientas necesarias para poder transitar aguas turbulentas sin perder el control o sin herir o salir heridos.

Por supuesto no todas las discusiones son iguales. Hay que saber diferenciar entre un intercambio de opiniones diversas, de una disputa donde hay gritos y agresiones de diversa índole. No se trata de evitar toda discrepancia y esconderse por la casa para intercambiar cualquier opinión. Se trata de poder diferenciar cuando estamos ante una discusión y una verdadera disputa que puede terminar mal, y sobre todo, de cuándo el tema es inocuo y simplemente refleja distintas opiniones entre mamás/papás, a cuando entran en juego valoraciones o descalificaciones que pongan a los chicos ante disyuntivas que no deberían tener que afrontar, o se tocarán temas que claramente no deberían escuchar.

¿Qué podemos hacer entonces?

Todo lo que se anticipa se maneja mejor por lo que lo primero y principal es que exista un acuerdo en la pareja para evitar caer en discusiones frente a los chicos y chicas. Si tenemos ese acuerdo conversado, es más fácil que cuando sin querer nos deslicemos hacia el lado oscuro, uno de los dos pueda levantar la mano y advertir que está sucediendo y frenar la situación a tiempo.

Si se suscitó de repente pero no es necesario que ese tema se discuta en ese preciso momento y están los chicos presentes, podemos acordar pausarla, porque “son temas de adultos que los adultos necesitan discutir a solas”.

Y si no pudimos evitarla a tiempo y nos es imposible detenerlos, es preferible advertirles honestamente que papá y mamá necesitan privacidad para discutir un tema importante de adultos y pedirles que se retiren o bien retirarse los adultos a otra parte de la casa en la que de verdad no nos escuchen.

Y si todo salió mal y no pudimos aplicar ninguno de estos consejos, una disculpa sincera, nunca viene mal. Aun si los chicos no parecen afectados y no la esperan, es importante que podamos hacerles entender que lo que presenciaron, no fue correcto y que no debimos hacerlo. Que lo sentimos de corazón y que intentaremos no volverlo a hacer ya que, también en ese caso, asumiendo nuestro error, estaremos enseñándoles desde la asunción del error y el arrepentimiento, porque a pedir perdón también se aprende.

Si en cambio las discusiones son gestionadas en buenos términos y desde el respeto, su tema no es inapropiado para los oídos más chicos y los chicos las presencian, pueden convertirse en una instancia donde también aprenden algo al respecto. Por ejemplo, que aprendan a tolerar, a intercambiar sin denigrar, a que el amor no está condicionado al estar de acuerdo y por sobre todo, a defender sus ideas y no comprometer sus opiniones por otro, así este otro sea el ser que más amemos.

Así que si tus hijos presencian una discusión en buenos términos, también estarán aprendiendo a gestionar su disconformidad, su enojo, su tristeza o su desacuerdo, de la manera en que te vean a ti hacerlo por lo que un buen intercambio de opiniones encontradas hecho en esos términos, (siempre y cuando el tema no exceda el límite de las cosas que los chicos según su edad puedan o deban escuchar), puede ser una excelente oportunidad de educación emocional en el hogar.

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claudia guimaré
Claudia Guimaré
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

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