Por Claudia Guimaré

Mamá estimula: Los beneficios de tener una huerta en casa

Nuestra experta en parenting nos explica en su columna cuáles son los beneficios de tener una huerta en casa para toda la familia

niña regando plantas huerta
foto: pexels

“Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza”. (Jean-Jacques Rousseau)

Si hay algo que se ha puesto de moda en los últimos tiempos es tener una huerta en casa, aún si se trata de una maceta pequeñita en el balcón del apartamento.

Esta moda, que parece haber llegado para quedarse, tiene enormes beneficios para los niños que van mucho más allá de brindarles alimentos sanos y sin fertilizantes, influyendo en el aprendizaje de valores, el desarrollo de la creatividad y hasta el estímulo de la inteligencia, además de obviamente educar en la sustentabilidad y el respeto por la naturaleza. Aquí te dejo algunos de sus principales beneficios en tus hijos para estimularte a hacerlo.

Beneficios de la huerta en casa

Tiene efectos positivos en el carácter y la personalidad de nuestros niños: Como toda actividad lúdica, dedicarle tiempo a una huerta propia, tiene efectos claros como fomentar la paciencia, algo que de por sí es difícil de poner en práctica cuando somos muy chicos y vivimos en la inmediatez absoluta, enseñándoles desde pequeños a disfrutar de los procesos más que de los resultados.

Entender los tiempos de cada cosa, esperar los frutos y comprender que la satisfacción puede no ser instantánea, puede ser un excelente aprendizaje para nuestros hijos. Pero también tener una huerta implica una responsabilidad y la naturaleza, a diferencia de nuestros padres o maestros, no espera por nosotros, por lo que si no tenemos constancia y le propiciamos a nuestra huerta los cuidados necesarios y a tiempo, el resultado negativo no se hará esperar. Entrenarse en el “hacerse cargo” así como también dejarse asombrar por la vida misma, son otras enseñanzas sumamente valiosas de tener una huerta en casa, y ni que hablar del efecto en la autoestima de la satisfacción por los logros obtenidos del trabajo realizado.

Es una excelente forma de jugar en la naturaleza:
La vida urbana trae aparejada una lejanía cada vez mayor de la naturaleza, y el contacto con espacios verdes se vuelve a veces tan escaso como preciado, reduciéndose a lo sumo a algún paseo el fin de semana. Pero el ser humano nunca estuvo diseñado para la vida “puertas adentro” y la falta creciente de contacto con la naturaleza, acarrea consecuencias negativas importantes y provoca lo que muchos expertos han dado en llamar el “trastorno por déficit de naturaleza”. De hecho en muchos países, los médicos recomiendan bajo receta retomar este contacto a pacientes que padecen este déficit; en el Reino Unido se denomina “receta verde”, en Japón “baños de bosque” o en Estados Unidos “vitamina N”. 

Para los expertos, el contacto con la naturaleza es fundamental para el desarrollo de los niños porque no sólo mejora la salud haciendo que enfermen menos, sino también el desarrollo motor, fomenta la autonomía, la seguridad, la imaginación y la creatividad, las habilidades sociales e incluso la capacidad de atención y el desarrollo cognitivo y reduce considerablemente la propensión a la obesidad, el estrés, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica o depresión entre otros.
Está claro que tener una huerta no sustituye unas vacaciones en el campo, una caminata por el bosque o irse de campamento, pero puede ser una excelente oportunidad para jugar al aire libre, aprender desde insectos, flores, estaciones del año o los ciclos de vida de plantas y animales de forma más vivencial e interesante que en los libros de la escuela, o de transformar, como sucede en mi casa, la huerta en un mundo jurásico en miniatura donde animales de toda índole habitan bajo el perejil, se camuflan en la tierra o trepan por las hojas de albahaca y las tomateras.

Promueve la curiosidad y la inteligencia naturalista:
En los años 80, Howard Gardner, profesor de la Universidad de Harvard, desarrolló su teoría de las inteligencias múltiples, donde sostenía que existían 7 tipos de inteligencia: lingüística, musical, lógico-matemática, espacial, corporal-cinestésica, interpersonal e intrapersonal y una década más tarde, agregó una octava inteligencia: la naturalista.

Según Gardner, la inteligencia naturalista es la capacidad de distinguir, clasificar y manipular elementos del medio ambiente, objetos, animales o plantas y es gracias a este tipo de inteligencia, que somos capaces de reconocer las diferencias entre especies, grupos de personas u objetos y entender cómo se relacionan entre sí.

Los adultos con una alta inteligencia naturalista, aman el contacto con la naturaleza, muestran gran curiosidad por el ambiente que los rodea, les encanta explorar, observar, descubrir y de grandes tienden a elegir carreras científicas como la zoología, la química, la biología, etcétera. Los niños, muestran un enorme interés por descubrir cómo funciona el mundo que los rodea, los animales, las plantas, etcétera. Son los que se emocionan al descubrir un camino de hormigas o atrapar un insecto.

Para ellos, y más si vivimos en la ciudad o en un apartamento, una huerta en casa, aunque sea un rinconcito en el balcón, es un trocito del universo que le permite dar rienda suelta a su exploración y que con tan sólo una lupa, les abre un sinfín de posibilidades para el descubrimiento, la creación y el aprendizaje.

Fomenta la conciencia ecológica y el respeto por la naturaleza:
En una dirección distinta de la de la educación tradicional, que apuntaba sus armas principalmente hacia el desarrollo del intelecto, la hoy llamada Ecopedagogía, pone en la mira capacidades humanas, tales como la intuición, la imaginación, la creatividad, la estimulación sensorial y la sensibilidad a través de la experiencia, estimulando el sentido de conexión con la vida y con lo que nos rodea, fomentando la empatía y de responsabilidad.

Claudia Guimare
Claudia Guimare

Olga Carmona, especialista también en inteligencias múltiples, sostiene que debemos abandonar el paradigma según el cual el hombre es el centro de todas las cosas y la tierra es tan sólo una masa inerte sobre la que habitamos, y en lugar de ello, liberar a nuestros hijos de la burbuja hermética de hormigón, pantallas y teclados y reconectarnos con la naturaleza de otra forma. “Como el resto de mamíferos, explica, nuestros cerebros están diseñados para lo que se conoce como biofilia, es decir para relacionarnos con las demás especies, animales o vegetales. Se trata de una atracción genética por la vida, una tendencia innata a dar valor a lo que nos rodea y percibimos como vivo, y es por ello que educar alejando a los niños de lo que es innato en ellos, es ir contra su esencia”. Pero además, es en la primera infancia (hasta los 7 años) cuando los niños poseen una conciencia mental pura pudiendo absorber conocimiento a través de los sentidos sin necesidad de etiquetar o juzgar y es por ello que necesitan jugar más y aprender menos signos estructurados o ideas abstractas. Y para ello, explica Carmona, “los entornos naturales son idóneos como marco para el desarrollo de la creatividad impulsándola desde su diversidad de materiales, texturas, colores y su ausencia de indicaciones sobre cómo deben usarse o jugar con ellos”. 

Dejemos que nuestros hijos se ensucien y anden descalzos, que se mojen y que enchastren, porque en definitiva no sólo están jugando, están aprendiendo y tú, les estás dando un gran regalo. Como dijera Francesco Tonucci, el gran pedagogo italiano: “los niños deben jugar al aire libre y la calidad de su juego marca el destino de sus vidas. Quienes hayan jugado mucho y bien, serán mejores adultos sin duda. Y en tal sentido, el mejor regalo para un niño no es un juguete didáctico ni una muñeca que habla. El mejor regalo para un niño son 25 kilos de barro”.

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Claudia Guimaré
Claudia Guimaré
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

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