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Diez sorpresas y descubrimientos de la nueva economía del sueño

En EE.UU., es una industria que mueve unos US$ 500 millones al año entre libros, colchones personalizados y otros productos.

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Ddormir más y mejor. Un objetivo que genera una industria que mueve millones de dólares. 

Cuál es el fármaco maravilloso que sirve para bajar la obesidad, vivir más, mejorar el humor, sacar mejores notas, tomar decisiones más éticas, y mucho más? La respuesta tiene que ver con una posibilidad que tenemos muy a mano: dormir más.

La pandemia disparó investigaciones para dimensionar en términos económicos distintos desafíos mentales (burn out, depresión, ansiedad y también mal dormir). En paralelo, una nueva «industria del sueño» (desde libros hasta colchones personalizados, pasando por helados para dormir mejor) ya mueve en los EE.UU. US$ 500 millones al año, lo cual es apenas el 1% de lo que se estima que se pierde en ese país cada año por el déficit de sueño en productividad, algo que algunos economistas bautizaron «la gran recesión del sueño».

«Desde la economía aún hay mucho por explorar», plantea la economista María Victoria Anauati, que sigue esta agenda de cerca como investigadora afiliada al CEDH-UdeSA y al Conicet. Algunas preguntas que se pueden abordar desde esta disciplina. «¿Cómo afecta a nuestra productividad en el trabajo? ¿Y a nuestros ingresos y, a nivel agregado, al PBI? ¿Cuán diferentes son estos efectos según la edad o el nivel de ingresos? ¿Cómo se puede abordar esta problemática desde la política pública?», dice Anauati.

El problema del mal sueño es un mal de la modernidad y su empeoramiento es exponencial. «Hace 50 años dormíamos una hora más en promedio, y hace 100 años dos horas más. A este ritmo, en el año 2758 ya no dormiremos nada, lo cual no será posible, porque si no dormís, te morís. Es una función vital tan importante como comer o tomar líquido», explica el biólogo y divulgador Diego Golombek, experto en cronobiología, la ciencia que estudia las características y desajustes de nuestro «reloj interno».

Hace 50 años dormíamos una hora más en promedio, y hace 100 años dos horas más. A este ritmo, en el año 2758 ya no dormiremos nada, lo cual no será posible, porque si no dormís, te morís

Pero llegan novedades desde la ciencia con mejoras a un costo relativamente bajo. Aquí, diez de las más interesantes:

Hospital circadiano. Respetar el ciclo biológico del sueño en los hospitales (no prender la luz en terapia intensiva en medio de la noche) hace que los pacientes se curen mejor y más rápido, dice Golombek. Ya hay experiencias en EE.UU. y Europa. En Argentina en un hospital de Cañuelas y, pronto, en el Hospital Británico.

Una hora más. El 1º de julio entró en vigor en California una ley para empezar el colegio 8.30 o más tarde, con lo cual el estado más rico de los EE.UU. se sumó a otros, como el pionero Minnesota, que lo hace desde los 90. Los adolescentes con más horas de sueño aprenden mejor y sacan notas más altas.

Inequidad. Minorías y personas más pobres tienden a dormir menos y eso empeora la brecha de ingresos.

Menos éticos. Estudios de economía del comportamiento encontraron una correlación entre falta de sueño y conductas poco éticas. Al estar medio dormidos, la habilidad para resistir tentaciones decrece, lo que nos hace actuar en forma más egoísta y menos cooperativa.

En la grieta. El economista y neurocientífico de la Universidad Torcuato Di Tella, Joaquín Navajas se volvió una autoridad académica en el tema «grieta». Junto con Golombek iniciaron un estudio para determinar si personas mal dormidas están menos de acuerdo con opiniones contrarias a la propia y eso aumenta la polarización.

Sueño senior. Por su rol positivo en varias funciones cognitivas (como la memoria), dormir bien es aún más fundamental en la segunda mitad de la vida, y eso está asociado a mejoras frente a desafíos mentales como la demencia o la depresión. En promedio, siete horas es lo recomendado para personas de más de 50 años.

Estigma. También se batalla contra el prejuicio cultural de que dormir mucho no está bien visto. En el trabajo se presume de «no haber dormido en toda la semana», y los adolescentes que van al turno tarde tienen el estigma de «vagos», cuenta Golombek.

Efecto rebote. El peor enemigo del sueño es el estrés y, paradójicamente, obsesionarse con las horas dormidas (con la profusión de apps, sensores, relojes inteligentes, etcétera) puede aumentar esta ansiedad. Hasta hay una palabra para este mal: la «ortosomnia» es la preocupación excesiva por dormir bien, que termina restando horas de sueño.

Enemigos. El CEO de Netflix, Reed Hastings, sostuvo que el principal rival de su compañía era «el sueño” porque quita espacio para mirar series. Golombek dice que Hastings no fue nada original: Thomas Edison pensaba que dormir era una pérdida de tiempo y que la electricidad justamente permitiría seguir trabajando de noche.

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