OPINIÓN

Deuda sostenible, energía limpia y otros

La emisión global de deuda sostenible hasta el primer semestre de 2021 fue de más de US$ 850 mil millones y podría superar US$ 1 billón hacia fin de año.

Foto: Getty Images
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Hoy describo la evolución de la emisión de deuda sostenible, el desacople entre el aumento de dicha emisión y la inversión en energías limpias, y comento sobre el bono indexado en el que Uruguay estaría trabajando. Busco además continuar temas desarrollados en dos entrevistas realizadas en Economía & Mercado a Sebastián Ramos y Marcelo Caffera en las dos últimas ediciones.

Evolución de la deuda sostenible

La emisión de deuda sostenible ha estado en aumento. La emisión global (tanto préstamos como bonos) hasta el primer semestre de 2021 fue de más de US$ 850 mil millones y podría superar US$ 1 billón hacia fin de año (1), lo que implicaría un aumento de más de 10 veces respecto a niveles de emisión en 2015.

La mayor parte de la emisión ha sido por instituciones en países desarrollados, en bonos verdes (donde la recaudación del bono, o gran parte de ella, debe destinarse a un proyecto verde) y los emisores más importantes han sido gobiernos, luego el sector financiero y luego el sector de la energía.

Uruguay “está trabajando para desarrollar un bono soberano indexado a nuestras Contribuciones Nacionales Determinadas (CND)”, es decir, dependiente de los compromisos ambientales tomados por el país. Un bono cuya tasa de interés (en algunos casos también otras condiciones) dependerán de si Uruguay cumple con sus CND, sin condicionamientos del uso de los fondos. Un bono de estas características parece una buena alternativa dado que alinea los compromisos climáticos con los fiscales (como mencionaba Marcelo Caffera) y es una forma de obtener financiamiento atractivo a través de un compromiso ya tomado.

La indexación también implica que, si se cumple con el objetivo, el gobierno podría mejorar las condiciones de la deuda: tener una “recompensa” (de hecho, con o sin dicho bono deberíamos esperar que Uruguay cumpla con sus CND). Además, los ejemplos de bonos de sostenibilidad indexados emitidos hasta ahora (todos corporativos) sugieren que las sanciones negativas son relativamente pequeñas (2).

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Emisión de deuda sostenible e inversión en energía limpia

El impresionante aumento de la emisión de deuda sostenible no se ha traducido en un alza de inversiones en activos limpios. La emisión de deuda ha aumentado de forma mucho más rápida que la inversión en proyectos “reales”.

Las razones son varias: por un lado, aunque los bonos verdes ocupan gran parte de la emisión total de deuda sostenible, una importante porción de la emisión ha sido destinada a refinanciamiento de deuda existente pero no necesariamente a financiar nuevos proyectos. Por ejemplo, mejorando tasas de deuda de proyectos verdes que anteriormente habían sido financiados por renta fija convencional.

La falta de estándares respecto a cómo definir y certificar estos instrumentos hace que también existan diferencias entre la calidad de algunos bonos. Además, la gobernanza de muchos de estos instrumentos no está estandarizada y se rige bajo regímenes privados diferentes, algunos hechos por los propios emisores, lo que da lugar a diferentes resultados.

Dicho eso, ha habido avances importantes en materia regulatoria, donde la UE está a la cabeza con su “taxonomía de actividades sostenibles,” un sistema de clasificación que establece qué actividades económicas son consideradas ambientalmente sostenibles. Eso sí, aún hay mucho por definir y su implementación será posiblemente tan compleja como políticamente sensible. Por ejemplo, hay un fuerte debate sobre cómo se define la energía nuclear y los proyectos de gas natural, si entran en el marco de inversiones sostenibles y en qué condiciones.

Por otro lado, puede ser también que haya una demora entre la emisión de capital y la puesta en marcha de los proyectos. Después de todo, los proyectos de energía llevan al menos un par de años en materializarse entre que se recaudan los fondos y que la operación se pone en marcha.

Reflexiones finales

Asegurar el buen uso de la deuda sostenible —que estos instrumentos efectivamente ayuden a incrementar la inversión en activos limpios— es clave para que el buen momento que se vive en el mercado no sea en vano.

La regulación de este sector, como bien decía Sebastián Ramos, es clave para evitar “el incumplimiento o directamente el uso deliberado en otros fines del dinero obtenido con un bono temático [como los bonos verdes]”.

La regulación —o esquemas como las taxonomías de la UE— también serán claves para movilizar capital a ciertos activos como activos en países emergentes, o proyectos en sectores de difícil descarbonización. Por ejemplo, ¿cómo se clasificará una emisión de una empresa en un país en desarrollo que actualmente tiene muchos activos “sucios” pero que tiene planes concretos de descarbonización —con gran potencial de reducción de emisiones— frente a una emisión verde de una empresa para un proyecto solar en un país con gran nivel de renovables?

Las finanzas sostenibles están evidentemente en crecimiento y queda mucho camino por recorrer, con grandes desafíos por delante. Es bueno ver al gobierno incursionando aquí y haciéndolo con un instrumento innovador.

(1) “Sustainable-Finance Debt to Top $1 Trillion in 2021, SEB Says,” https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-12-10/sustainable-finance-debt-to-top-1-trillion-in-2021-seb-says
(2) Financial Times, “Investors scrutinise green claims in $80bn sustainability bond market,” 16 de noviembre.

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