Fiestas y regalos

La Navidad del siglo XIX hace furor en Nueva York

Los calendarios de Adviento son el regalo más buscado, y pueden contener desde medias, whisky caro, brillantes de Swarovski o juguetes eróticos. Alguno llega a costar 10 millones de dólares.

Calendario de Adviento
El calendario de Adviento del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) trae medias para cada día en la cuenta regresiva hasta Navidad. (Foto Juana Libedinsky)

Este contenido es exclusivo para nuestros suscriptores.

El dilema de siempre, si comprar regalos de Navidad o para el día de los Reyes, está pasado de moda. Con lo que más se fantasea en la Gran Manzana en esta temporada, lo que provoca más competencia y excitación al público —y, ocasionalmente, algunas guerras culturales— son los calendarios de adviento. El producto en sí no es nuevo. Como tanto de la cultura navideña anglosajona, su origen está en Alemania del siglo XIX. Se trata de un calendario de “cuenta atrás” que, por cuestiones prácticas, en general hoy va del primero de diciembre hasta la Nochebuena o se hace alguna otra versión ad hoc, si bien el adviento es el primer período del año litúrgico que varía según los domingos. Hecho de cartón o madera, tradicionalmente estaba destinado a los niños, y cada día tiene una puertita, cajón o ventana troquelada en la cual se esconde detrás un chocolate con la teoría de endulzar la espera hasta las fiestas.

Sin embargo, en las últimas décadas los adultos fueron tomando posesión de los calendarios de adviento. Además de chocolates —y a pesar de ser el adviento definido como un periodo de preparación espiritual— hoy se consiguen calendarios detrás de cuyas puertitas de cada jornada puede haber un juguete erótico, un whisky de malta exclusiva, brillantes de Swarovsky o vales para una inyección de bótox. Son también muy populares los calendarios que, bajo el lema “Eat, smoke and be merry”, (ingieran, fumen y sean felices), ofrecen distintos productos de cannabis y hongos alucinógenos para llegar relajados a fin de año. Y unos coleccionistas de arte suizos llegaron a los titulares de prensa cuando encargaron a una creadora de calendarios de adviento unos a medida para “high net worth individuals” (eufemismo que se usa aquí para los multi, multimillonarios y sí, ese trabajo ya existe). En esos calendarios de adviento en cada ventana se escondían objetos preciosos de los distintos países que planeaban visitar a lo largo del año. El valor: diez millones de dólares.

Pero la prueba última de popularidad de estos calendarios la dio el diario The New York Times, pues se convirtió en uno. Para quien se subscriba prometen enviar cada día hasta fin de año un pequeño obsequio para la bandeja de entrada, “una delicia, una distracción o un consejo útil” escrito por periodistas de renombre, “pero sin el chocolate mediocre” lo definió el propio medio.

En la vida cotidiana de la Gran Manzana lo que más se recibe de amigos y parientes está ligeramente en otro orden de costos. Por ejemplo, un calendario con mermeladas o conservas para las tostadas de cada día. Nadie se resiste, por ejemplo, a un calendario de adviento con medias —ni siquiera los amigos fashionistas después de que en las colecciones de Lanvin, Jacquemus y Dolce & Gabbana se insistiese en romper el tabú de las sandalias con medias para este invierno. El mismísimo Museo de Arte Moderno (MoMA) lanzó el propio con medias ilustradas con copos de nieve, santa clauses y arbolitos, y un gran diseño.

Los grandes museos no podían quedar fuera de la tendencia tan beneficiosa para sus tiendas de souvenirs. Aunque suelen mostrarse bastante conservadores y muchos de sus calendarios ni siquiera traen productos incorporados, sí ofrecen, en cambio, lindas historias para fin de año impresas detrás. Como el Metropolitan Museum of Art, que produjo un calendario de adviento dedicado a Grandma Moses. Detrás de cada ventanita de cartón en un paisaje navideño folk “pop up” uno puede encontrar ilustraciones de niños jugando en la nieve, cantando o colgando medias en la chimenea retratados con el particular estilo primitivista autodidacta de Moses que los críticos asociaron al de Brueghel, aunque ella había sido una empleada doméstica en la Costa Este norteamericana toda su vida y jamás había escuchado hablar del gran maestro flamenco. Anna Mary Robertson “la abuelita” Moses (1860-1961) comenzó a pintar al cumplir 77 cuando falleció su marido y a vender sus obras en ferias de pueblo junto a sus conservas de pepinos que eran célebres. Al año siguiente Moses colgaba sus pinturas en el MoMA y era una sensación internacional. Continuó trabajando prolíficamente hasta pasados los 100 y su cumpleaños es considerado un feriado nacional extraoficial y un símbolo de que nunca es tarde para empezar algo nuevo —mensaje ideal frente a un año que comienza.

El Museo y Biblioteca Morgan, por su parte, sacó un calendario de adviento dedicado a Charles Dickens. En Nueva York es tradición la lectura en voz alta en diversos espacios públicos de la novela corta Un cuento de navidad. De hecho es una parte tan central a la “temporada” aquí como ir a ver alguna de las representaciones del ballet Cascanueces o el encendido de las luces del árbol gigante en el Rockefeller Center. Detrás de las puertas y ventanas del calendario del Morgan se encuentran Scrooge y los famosos fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras, dando lecciones de vida para no arruinar las fiestas.

Encanto y problemas

Según los especialistas en tendencias, la popularidad actual de los calendarios de adviento tiene mucho que ver con la poca paciencia de las nuevas generaciones —y del comercio— ante la avalancha de regalos que recién llegaría en Navidad y Reyes. Los calendarios, por supuesto, son algo que típicamente se compra a fin de año, pero los de gomería ya no son competencia porque se volvieron un objeto políticamente incorrecto. Incluso en sus versiones ultrasofisticadas como el calendario Pirelli tampoco son competencia. El de 2023 se titula “Cartas de amor a una musa” y retrata mujeres con ropa que simbolizan a “la activista” o a “la sabia”. Perdieron su identidad original. Y sin regalos escondidos. Pero sobre todo, el boom de los calendarios de adviento se remite a que éstos se volvieron los grandes embajadores de las marcas en las redes sociales. En particular como parte del fenómeno del “unboxing”.

El “unboxing” es el desempaquetado de regalos y la explicación en detalle de los contenidos, todo filmado en video. Por más soporífero que suene, es una de las principales tendencias en las redes sociales. Ya no es inusual encontrar que el video de una persona (a veces sólo los brazos, ni siquiera se filma el resto del cuerpo) tenga enseguida millones de visualizaciones.
La mayor parte de los calendarios de adviento deben su popularidad a youtubers o tiktokers que los desempaquetaron a lo largo de noviembre con entusiasmo para que el resto de los meros mortales los copien en diciembre. Es una estrategia de publicidad fuertísima, y muchas veces las marcas les envían los productos gratis.

Pero el “unboxing” también puede ser su caída. El caso más emblemático fue el de una firma seria como Chanel. El año último decidió sumarse a la tendencia y, para homenajear los 100 años de su famoso perfume Nro. 5, sacó a la venta un calendario de adviento con la forma de una de las icónicas botellas de la fragancia. Era un movimiento lógico, dado que el Chanel Nro. 5 es mucho más que un perfume. Austero y minimalista, con el texto sans serif negro estampado en una etiqueta blanca con un número de matrícula, la botella creada en 1921 se convirtió en una lección de modernidad. En 1959 se había incorporado a la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York, y Andy Warhol la transformó en el tema de una serie de serigrafías. En cuanto al contenido, el líquido con más de 80 aldehídos sintéticos producía un olor tan inusual que los críticos tuvieron que recurrir a términos del arte visual para describirlo, sobre todo con la palabra “abstracto”. Creado por un químico y perfumista francés nacido en Moscú, Ernest Beaux, el Chanel Nro. 5 literalmente impregnó a los autores rusos. Fue un punto de referencia recurrente en las obras del soviético Mijaíl Bulgakov, aparece en la novela Rey, Dama, Valet de Nabokov, y la ganadora del Premio Booker ruso, Olga Slavnikova, le dedicó un libro entero, Chanel Nro. 5, en 2013.

Con semejantes credenciales naturalmente había gran expectativa respecto a este calendario de adviento que salió a la venta por 825 dólares. Pero una tiktokera de California hizo el “unboxing” y, aunque estaba muy entusiasmada con el envoltorio, mostró que el contenido escondido para cada día era, en muchos casos, lo que parecían muestras gratis de perfumes, e incluso bolsitas de gamuza que comúnmente vienen para proteger accesorios —pero esta vez sin los accesorios. En pocos días los videos del calendario de Chanel habían sido reproducidos más de 50 millones de veces. Todo el asunto no sólo se volvió viral sino que llevó a que muchos diarios, del Libération a Le Figaro, del The New York Times al The Washington Post, lo tomaran como caso aleccionador para las empresas que se olvidan del efecto implacable del escrutinio en las redes sociales. Pero también retomaron un viejo tema que parecía olvidado: aunque las fiestas se han convertido en un acontecimiento comercial y secular, había todavía algo en los objetos culturalmente alegóricos como un calendario de adviento, que hacían que fuese indignante que se intentase engañar con él. Eso explicaba el efecto sobredimensionado de la furia que despertó. Casi como si Scrooge, después de todo, no hubiera aprendido nada.

No se metan con Basquiat

En el terreno de las artes plásticas, otro tipo de situación incómoda estuvo relacionada con la ilustración del calendario de adviento de Tiffany´s, pero ya desde el 2021. Ese año la célebre joyería sacó un calendario del adviento de madera que reproducía una obra del artista neoyorquino Jean Michel Basquiat que había permanecido fuera del ojo público por décadas. La obra pertenecía a Bernard Arnault, el dueño del conglomerado LVMH. El precio de cada calendario era de 150 mil dólares.

La imagen de la obra de Basquiat titulada “Equals Pi”, de 1982, fue usada asimismo como fondo de una campaña publicitaria protagonizada por Beyoncé y Jay Z. Inmediatamente una ex pareja de Basquiat declaró que el artista estaría espantado de que se lo asocie con ese tipo de comercio banal. Pero, además, tanto Basquiat como ellos son afro americanos, y su vínculo con una empresa especializada en diamantes —cuando estos son vistos como causa de violencia en Africa— causó rechazo. A esto se suma que el fondo de “Equals Pi” es de un color azul verdoso muy similar —o igual— al color emblemático de la marca. Cuando Alexandre Arnault, un alto ejecutivo e hijo del dueño, dijo que el color era tan específico que seguramente, con él, Basquiat había querido “rendir un homenaje” a la joyería, los críticos de arte le saltaron a la yugular. Todo esto, reproducido por las revistas de arte, los grandes diarios y, sobre todo, las redes sociales, resultó una pesadilla de Navidad para la marca. Tiffany´s, igual, supo cómo manejarlo. En combinación con Jay Z y Beyoncé donaron millones de dólares a universidades de alumnado negro, y de cada calendario vendido una buena parte fue destinada al fomento de comunidades de artistas pertenecientes a minorías.

Este año, junto con los de chocolates, juguetes eróticos, whiskys, bótox y museos, ya no se puede encontrar un calendario de adviento de Chanel. Pero en Tiffany´s, tras la rápida reacción de la firma, los calendarios de Basquiat se vendieron tan bien que repitieron la apuesta, aunque para 2022 fueron por lo seguro. Eligieron a Andy Warhol, a quien es más difícil acusar de que tendría problemas con diamantes (de hecho tiene una famosa serie de grabados sobre seda donde usa unos cristales finísimos, “diamond dust”, para replicar el efecto de dichas joyas). Es, asimismo, el artista de quien menos se puede decir que tuviera algún problema de aparecer vinculado con celebridades o con la reproducción lucrativa de una imagen. Antes de entrar en el imaginario popular con sus latas de sopa, Warhol había sido un ilustrador comercial muy exitoso, y de 1957 a 1962 incluso realizó tarjetas de Navidad para Tiffany´s, unas acuarelas alegres y ligeras que las cajas del actual calendario reproducen.

Eso sí, el precio del calendario de adviento actual puede ser exponencialmente más alto que cualquiera anterior de la firma: Tiffany´s permite ahora que, con un asesor, cada cliente elija las joyas que estarán esperando detrás de cada diseño de Warhol, para cada día de adviento. La cuestión es llegar, literalmente, a una Navidad muy brillante, y no hay lugar para quejas. Después de todo fue Warhol quien dijo que “un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita tener”.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados